Tal día como hoy, el 23 de septiembre de 2004, un supuesto «exitoso hombre de negocios» lograba poner su nombre a una nueva colonia.
Era propietario, entre otras aventuras, de empresas inmobiliarias, campos de golf y hoteles, así como de casinos. Y era en éstos donde vendería su perfume, una etapa más en su hinchado ego, que acabaría llevándolo a convertirse incluso en presidente de los Estados Unidos de América.
Estoy hablando —¡cómo no!— de Donald Trump y del ego más hinchado de la galaxia. Por cierto: la colonia se llamó «Donald Trump, The Fragance«, y fue lanzada por una prestigiosa compañía: Estée Lauder.