¿Hay un poder sobrenatural, una mente arbitraria, un Dios entronizado, una voluntad suprema que mece las olas y corrientes del mundo, ante el que todas las causas se inclinan? No niego. No sé, pero no creo. Creo que lo natural es supremo, que de la cadena infinita ningún eslabón puede perderse o romperse, que no hay poder sobrenatural que pueda responder la oración, ningún poder que la adoración pueda persuadir o cambiar, ningún poder que se preocupe del hombre. Creo que con infinitos brazos la Naturaleza envuelve todo, que no hay interferencia, ni azar, que detrás de cada acontecimiento están las necesarias e incontables causas, y que más allá de cada acontecimiento estarán y deberán estar los necesarios e incontables efectos. El hombre debe protegerse a sí mismo. No puede depender de lo sobrenatural, de un padre imaginario en los cielos. Debe protegerse a sí mismo encontrando los hechos en la Naturaleza, desarrollando su cerebro, hasta el extremo en que pueda vences las obstrucciones y tomar ventaja de las fuerzas de la Naturaleza. ¿Hay un Dios? No lo sé. ¿Es el hombre inmortal? No lo sé. Una cosa sí sé, y es que ni la esperanza, ni el miedo, ni la creencia, ni la negación pueden cambiar el hecho. Es como es, y será como debe ser. |
Robert G. INGERSOLL, ¿Por qué soy agnóstico? (1896)