Cuando estudiábamos Lógica en el instituto, al llegar la lección dedicada al silogismo aristotélico se nos contaba lo de la premisa universal y la premisa particular, y su correspondiente conclusión. Seguro que lo recuerdas, ¿verdad? Y cuando le tocaba el turno a desmontar la falacia que nos proponía el profesor, a veces me hacía un lío, a pesar de que era sensacional explicándolo.
Me quedé varado en aquella penumbra durante años, y no salí de ella hasta que vi el ejemplo más extraordinario, en una película de Woody Allen: La última noche de Boris Grushenko (1975).
A: Sócrates es un hombre.
B: Todos los hombres son mortales.
C: Todos los hombres son Sócrates.
Así que todos los hombres son homosexuales.
Olá
Muito bom ter conhecido
seu blog
Vou procurar acompanhar
Um abraço
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