Al dramaturgo Esquilo, uno de los representantes de la tragedia griega clásica, el oráculo le había vaticinado que su muerte se produciría por caérsele la casa encima, aplastándolo.
El bueno de Esquilo no tuvo más remedio que salir de la ciudad, pensando que así estaría seguro.
¡Pobre infeliz!, que encontró la muerte donde menos lo esperaba. Iba tranquilamente caminando, cuando el caparazón de una tortuga le cayó en la cabeza. ¡Qué casualidad!, que un quebrantahuesos había soltado a su presa, confundiendo al dramaturgo con una roca contra la que estrellar su botín.
Esquilo no pudo huir de su destino: decididamente, el oráculo había acertado.
Ahora bien: quizá no debas creerlo a pies juntillas, porque es posible que sea un cuento. Una leyenda curiosa, es cierto, cuyo origen se encuentre en el filósofo Hermipo de Esmirna.
